Hoy una nota del periódico narra la clausura de tres
burdeles de la zona de tolerancia de Cuenca. Me imagino a los clientes, ruborizados a la entrada
inesperada de la policía y las mujeres cobrando al apuro, al susto. La nota
denuncia las condiciones de insalubridad en sanitarios, colchones y camas
improvisadas.
Hace un mes, la misma zona fue noticia por la muerte de una joven de 24 años, hallada
muerta, victima de un disparo en la cabeza, era de la costa, su familia no
sabía a qué se dedicaba, vinieron a enterarse para despedirla.
Recuerdo una carta rimbombante que llegó a mi trabajo de
hace unos años, solicitaba “las gestiones
necesarias ante las autoridades para que las actividades inmorales que se desempeñan en la zona sean
trasladadas a otro lugar”, las mismas peticiones se han replicado en medios
de prensa, radio y tv por años.
También recuerdo que cuando era niña pasamos por una calle
donde habían varias mujeres vestidas diferente, me llamó la atención y
pregunté, me respondieron que no
las vea.
Nadie quiere verlas. La nota de prensa de hoy narra las condiciones asquerosas del
recinto, no el trato asqueroso que reciben las mujeres de parte de sus clientes. La joven que murió en junio dejó su
hogar en la costa para prostituirse en secreto, que nadie sepa. El empresario escribidor de cartas se
ofende por las prostitutas de la esquina, que las manden a otro
lugar.